La personalidad de Don Quijote
Artículo de Manuel López Espino
Hablar de la personalidad de alguien tan ilustre y respetado como es Don Quijote de la Mancha, creo que sólo se puede hacer esbozando los rasgos, la cultura y las características de su creador, Don Miguel de Cervantes. Por desgracia, no tenemos diarios, ni epístolas, ni tratados, que nos dejen ver sus ideas, tan sólo tenemos sus obras, algunas fases de su vida con muchas etapas oscuras, y doce autógrafos de su puño y letra, suficiente para hacer un estudio grafológico donde nos desvelan que era un hombre apasionado, inteligente, impulsivo, con gran agilidad mental y poco amante de las rutinas.
El Cervantes que vivió tantas aventuras, incluso más que sus personajes, es una figura que nos es inasequible. Pero podemos acercarnos a él gracias a lo que sabemos de los autores del siglo XVI, a esa relación tan directa que hacían entre sus personajes y sus vivencias, experiencias y opiniones dentro de cada obra. Escribían parte de su biografía con una máscara ficticia que disimulaba la identidad del autor. A través de las figuras de Don Quijote y Sancho podemos ver muchos rasgos de la personalidad de Cervantes. Es por ello que el Quijote sigue siendo la gran obra que es, por la maestría con la que Don Miguel proyecta su autobiografismo por episodios, insertando su “yo” en cada uno de los personajes, para comunicar su propia vida en todo el espacio textual.
En el Quijote es donde más claramente se ve su compromiso personal. En la Primera parte aparecen las opiniones, principios y convicciones de Cervantes, que revisan las normas de caballería camuflando sus propias normas, sus principios, y donde se ve la cordura de su personaje, Don quijote no es un loco, tan solo es un caballero de su tiempo, una persona que quiere la justicia por delante de su integridad, poniendo su vida en juego por defender lo que realmente quiere y cree. Hoy en día, este tipo de personas casi no se dan, o por lo menos yo no he conocido a ninguna, podemos identificar a algunos en ocasiones, esos héroes que salvan a alguien en el metro jugándose la vida, los que se meten en una reyerta para defender a un desconocido al que están pegando injustamente, o quien da la cara para proteger a una mujer, esos son los Quijotes de nuestro tiempo, los “locos” que ponen los principios de la caballería por encima de sus vidas, es en la Segunda parte del Quijote donde Cervantes ensalza la figura del héroe popular, del ciudadano anónimo gracias al cual se ganan las batallas,(Lepanto), se mantiene el orden y se instauran los principios de respetar y hacer regir las leyes. Circunstancias que describen tanto la vida de Don Miguel como la de sus personajes.
Si nos centramos en la vida de Cervantes, podemos afirmar, a ciencia cierta, que nació en 1547 en Alcalá de Henares. Parece que empezó sus estudios en Sevilla, aprendiendo de Lope de Rueda la representación artistica. Vemos como muestra parte de su biografía en “el Coloquio de los perros” elogiando su escuela sevillana. Se traslada a Madrid, no se sabe cuando, pero sí que en el año 1569 participa en las Exequias publicadas por su maestro López de Hoyos (quien le califica como «nuestro caro y amado discípulo») con motivo de la muerte de Isabel de Valois, esposa de Felipe II.
Sabemos que entre 1571 y 1580, está en Italia, primero en Roma en el séquito del cardenal Acquaviva, luego como soldado, a las órdenes de Diego de Urbina, luchando en La Batalla de Lepanto, donde pierde de un arcabuzazo el uso de la mano izquierda y se dice de él que luchó valientemente. A la vuelta, sufre la captura por corsarios turcos, pasando cinco años de cautiverio en Argel, con cuatro intentos frustrados de evasión que concluyen con el rescate, conseguido por obra de los padres trinitarios.
A su vuelta a Madrid, se inicia su carrera de escritor, representando varias comedias, y aparece un episodio en su vida que no está muy claro, sobre su matrimonio y el nacimiento de una hija sobre el 1584 ni su partida hacia Sevilla tres años más tarde, donde recorrió Andalucía como proveedor de la Armada y como trabajador de la hacienda pública.
En 1597, es excomulgado y encarcelado en Sevilla por retrasos y quiebras de sus aseguradores.
Es en 1604 cuando reaparece en el campo de las letras, viviendo con su familia en Valladolid, donde concluye la Primera parte del Quijote.
Si leemos el Quijote viendo a Cervantes como si fuera el protagonista, es bueno tener estos datos presentes de su vida quijotesca.La actuación de Cervantes en Lepanto, el 7 de octubre de 1571. La captura de la galera Sol, en 1575, por corsarios argelinos. El cautiverio de Cervantes en Argel, entre 1575 y 1580. Las relaciones entre Cervantes y Lope de Vega a partir de 1604. El posible viaje de 1610 a Barcelona, con motivo de la partida del conde de Lemos a Nápoles y su encuentro con el misterioso Avellaneda, autor del Quijote apócrifo de 1614. Aventuras que poco tienen que envidiar a las de su personaje. Cervantes es nuestro mejor escritor por tener un pensamiento con una visión audaz e innovadora del relativismo, agnosticismo y liberalismo del siglo xx.
Don Quijote no entra para nada dentro de la patología psicótica donde se produce una desintegración de la realidad con su propia persona, si es cierto que aparecen alucinaciones y confusiones notables en su mente de caballero andante,. Don Quijote, es un soñador, un hombre que creía en la justicia, el orden, los principios cristianos de ayudar al prójimo y en el amor cortés, que le mueve y le lleva en busca de su amada, invocándola y pidiendo su amparo ante cada aventura que se le presentaba; basó su vida en defender sus creencias e ideales éticos y estéticos a cualquier precio.
“Entiende con tus cinco sentidos, dice con certidumbre Don Quijote a Sancho, que todo cuanto yo he hecho, hago e hiciere, va muy puesto en razón y muy conforme a las reglas de caballería, que las sé mejor que cuantos caballeros las profesaron en el mundo”.
En la primera parte podemos ver como imita a Amadís de Gaula, queriendo tener una vida heroica, siendo un hidalgo de una aldea española del siglo XVI, sencillo y bueno. Según va avanzando la obra, se va convirtiendo en el caballero de la triste figura, el caballero andante que se enfrenta a los leones, quien quiere cambiar este mundo: “Cambiar el mundo amigo Sancho, no es locura ni utopía, sino justicia”.
Es la realidad y las injusticias las que van mermando su ímpetu y las que le hacen ver que uno solo no puede cambiar este mundo, aunque ni siquiera cuando es vencido por el Caballero de la Blanca Luna y tiene que abandonar la caballería andante renuncia a su concepción de la vida como obra de arte: piensa en hacerse pastor, con lo cual el mito renacentista de la Arcadia pastoril sustituye al mito medieval de la caballería andante.
Quijote al final es el luchador por los derechos humanos, por la defensa del desfavorecido, por la justicia social, por la justicia sin privilegios de castas ni de títulos, es el ciudadano de a pie que no puede ir a las manifestaciones, el que cree que los que nos gobiernan lo hacen para el beneficio de todos, el que no cree pueda haber nepotismo, malversación, desfalco, cohecho y prevaricación.
Es el héroe que queremos nos salve de esta situación injusta ante la cual el ciudadano de a pie no se atreve a enfrentarse. Ni tiempo tiene ante su vida cotidiana. Es lo que decimos en la barra de un bar cuando nos soltamos y pedimos justicia popular. Es el personaje al que queremos seguir y no nos vemos capaces de ser. Al que sabemos van a crucificar aún sabiendo es justo lo que pide. El que nos gustaría ser todos en muchos momentos y no somos por el miedo de que pensarán de nosotros. Quien quiere la libertad del ser humano. “La libertad Sancho, es uno de los preciosos dones que a los hombres dieron los dioses, con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar, por la libertad así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida.”