El Niño Tiránico Artículo de: Manuel López Espino
Como todos sabemos, los niños no vienen con un libro debajo del brazo, con las indicaciones de qué hacer para que nos salga bueno y con un futuro prometedor. Pero ¿Qué hacemos (la mayoría) con los libros que vienen con la lavadora, el TV, o el coche? No los leemos. Por lo que no creo leyéramos ese.
Hoy en día tenemos acceso a mucha información de cómo educar a un hijo, de qué es bueno y qué es malo, y cual debe ser el objetivo que debemos plantearnos; pero eso conlleva un esfuerzo continuo de muchos días, meses, años y sin descanso, por lo que es normal que muchas veces nos dejemos llevar por nuestro egoísmo, nuestra comodidad, nuestro cansancio y prefiramos criarlo como nuestra mascota, nuestro juguete, nuestro perrito. No siempre, por supuesto que no, pero por desgracia el proceso evolutivo y la educación es algo que no entiende de hoy sí y mañana no, de estar cansados o estar de celebración, de estar en un sitio público o estar de vacaciones. Tenemos que aplicar los principios siempre y en todo lugar o perderá fuerza el proceso ( con los hijos “normales”, que no vemos rasgos de tiranía, podemos saltarnos ser tan estrictos en su educación). El hijo tiránico lo usará en nuestra contra empezará a ponernos ejemplos donde eso no lo cumplimos, o eso él lo hizo y, ¿por qué no ahora?, o incluso nos echará en cara algo que nosotros hicimos o dijimos. Cuidado, que ahí podemos empezar a darnos cuenta que estamos criando un pequeño tirano, que sólo piensa en aprovechar todo lo que ocurre a su alrededor, para su propio beneficio, un ser egoísta y con falta de empatía, que tras los chantajes emocionales y culparnos de todo lo que le va mal en su vida, puede empezar a robarnos y a acusarnos que no sabemos que hacemos con nuestro dinero o incluso joyas o cosas de valor para venderlas, de ahí pasará a la violencia, primero con objetos propios o pequeñas cosas que pueda arrojar contra el suelo o una pared, y poco a poco al ver que eso no produce efecto, empezará a romper cosas más importantes, como puertas, o muebles, cada vez con más gritos y ademanes agresivos hasta llegar a agredir a los propios padres o a cualquier otro miembro de la familia que pueda interferir para conseguir su objetivo.
En España, hay más de 4300 casos de padres que denuncian a sus propios hijos por sufrir sus agresiones y su violencia. Los profesionales que trabajan en este sector, creen, que tan sólo se denuncian el 15% de todos los casos que existen, y por desgracia, las cifras aumentan cada año.
Hay tres patologías que pueden explicar esta conducta, el trastorno disocial, que aparece en la infancia o la adolescencia, se caracteriza por un patrón donde se violan los derechos de los demás y las normas sociales. La personalidad antisocial, basada en la dificultad para adaptarse a las normal sociales, irritabilidad, agresividad, y despreocupación por su seguridad o la de otros y la psicopatía, un trastorno de la personalidad caracterizado por la manipulación, la falta de empatía, la impulsividad y el narcisismo. Luego la genética parece influir un 30%, y el otro 70% depende de la educación, del afecto y de las influencias del medio. Teniendo en cuenta que en la adolescencia, el medio, el grupo de amigos, se convierte en la figura mas importante y con mayor capacidad de influencia.
Nuestro objetivo como padres no es que esté siempre contento y que no le falte nada, o que no llore, o no se frustre ni sufra, o que nunca se tenga que enfrentar a nada difícil o a cosas que le conlleven un esfuerzo. Debemos dejar que maduren, que crezcan, que se esfuercen para valorar las cosas, y mostrémosles que la autoridad es fundamental para que exista el respeto tanto dentro como fuera de casa.
Un principio básico que debemos tener en cuenta es que el niño no es mío, es un ser independiente, que depende de los padres en la primera fase de su vida, para sobrevivir, y es ahí donde no solo hay que abastecerle de comida, calor y cariño, también hay que enseñarle a canalizar su frustración, su ira, rabia y odio. No debemos darles regalos por costumbre y a diario, no pueden tener mejores cosas que los padres sin habérselas ganado y no castremos sus deseos de tener algo porque se lo compramos antes de que lo piensen. Para poder disfrutar de algo, cualquier persona primero debe desearlo en su imaginación y sentir su falta, luego debe luchar por conseguirlo y eso le dará más valor, y cuando el esfuerzo sea suficiente y proporcional, entonces lo podrá tener y podrá ser feliz valorando su sacrificio, aprendiendo que las cosas tienen un valor y que cuando uno quiere algo puede conseguirlo trabajando por ello y ganándoselo. Por supuesto, en cada edad de forma diferente pero siempre con el mismo principio.
Hay que enseñarle a aceptar que nosotros somos los que mandamos, porque somos los “más fuertes” y los que tenemos todo lo que él necesita y quiere. La autoridad se gana en los primeros años y desde esa posición es desde donde nos vamos ganando el respeto, el cariño y el amor, es desde donde podremos educarlo.
El amor hay que demostrarlo no sólo cuando son pequeños, hay que decírselo muchas veces y todos los días, hay que abrazarse, darse los besos de buenas noches, de llegar a casa, hay que preguntarles y preocuparnos de como les ha ido el día, que tal el examen y como te va con tus amigos, y con el chico/a ese/a que te gusta, aunque nosotros estemos cansados de nuestro trabajo, debemos implicarnos en sus cosas, en conocer a sus amistades, debemos fomentar estar a solas con cada uno de nuestros hijos al menos una vez al mes. Es fundamental escucharles, que se sientan entendidos por nosotros, que noten que nos importa lo que nos cuenta. -Vé a tomar una hamburguesa, llévale a esa exposición que te ha dicho le interesa, (aunque para tí sea un rollo), -¿no veías 10 veces esos dibujos con él cuando era pequeño, o escuchabas su canción 30 veces? pues no le abandones a los 10 años, ni a los 15, ni a los 20, porque sigue valorando esas cosas y es lo que te va a hacer ganarte su confianza. A la hora de castigarle no te castigues a ti también ni a toda la familia y la segunda, los regalos no tienen que costar dinero siempre.
No le critiques por cosas banales que son temporales y que te van a distanciar de él, vete ganándotelo como figura paterna que está por encima de él, sin ser un amigo, dándole consejos reales, aunque suponga sufrimiento. No le llames tonto , dile que ha hecho una tontería, ni vago, dile que no está haciendo lo que debe, esos adjetivos pueden quedársele instaurados y marcar muchos rasgos de su personalidad. Castígale de forma proporcional por aquello que veas hay que corregirlo y no debe repetir, sabiendo que el castigo nunca se suspende, por lo que controla tus palabras cuando digas una amenaza, si luego no la cumples, perderán fuerza tus palabras y debilitaras tu autoridad, y nunca aceptes sus chantajes, el miedo lo huelen, y saben como manipularnos en el momento que lo perciben, ahí se pueden transformar en esos pequeños déspotas sin corazón donde solo les importa conseguir lo que quieren sin darse cuenta el daño que acarrea. Descuida que si te amenazan con irse de casa sin oficio, sin dinero, sin un lugar donde irse, la probabilidad de que lo cumplan es directamente proporcional al miedo que huelan, si sabe que no le vas a parar si se le ocurre hacerte ese chantaje, las probabilidades de irse son nulas.
Una vez hemos perdido el control, nuestras amenazas se vuelven nulas para ellos, tenlo en cuenta. Cuidado con dialogarlo todo como dicen muchos expertos, al final te puede llevar a estar todos los días con discusiones absurdas y creando un entorno de mal estar para todos los miembros de la familia. la casa debe ser el refugio del guerrero, del que viene de su trabajo, del que viene de sus estudios y de todos los que conviven. No tiene sentido discutir sobre a qué hora se come, cuándo se van a acostar, si se pone falda o pantalón para ir a dar una vuelta, o si me pongo el plumas o voy solo con jersey. El decir: “porque lo digo yo y basta ya”, es una frase que nos hará vivir muchos momentos de felicidad y evitar muchos días de enfado. Tan solo desde pequeños tienen que aceptar que esa frase conlleva que si siguen protestando van a perder algo que quieren mucho y luego esa frase la ven como algo normal. Los niños no se traumatizan ni por un cachete a tiempo, ni por un castigo proporcional ni por exigirles que hagan cosas. Cuanto daño han hecho algunos pedagogos, psicólogos y políticos con darles tantos derechos que un padre o un profesor no puede castigar de forma proporcional a un hijo, me gustaría saber cuantos jóvenes se han perdido por la falta de autoridad de los mayores que estaban a su lado sin poder hacer nada.
Hay que razonar cuando tengan capacidad de raciocinio, no antes, y razonar no es sinónimo de que lo que tú pienses como hijo tiene el mismo valor que lo que yo opino como padre a la hora de hacer cosas o imponer criterios en el hogar. Por supuesto, si tienen razón los hijos, en cualquier cosa y tengo que pedir perdón, no lo duden en ningún momento, eso no les hace perder ni un ápice de poder, al contrario, los hace más padres, más humanos, más cercanos. La relación que tenemos con los hijos y nuestro amor, lo tienen que percibir como algo muy positivo para ellos, algo que les beneficia y les facilita la vida. Es necesario que se lo pasen bien con nosotros, que se rían, que estén relajados, y para ello es fundamental dedicarles tiempo, tiempo de calidad.
Teniendo claro que educar es amar de forma coherente y proporcional. La autoridad solo por la fuerza, ya no sirve, hay que mezclarla con afectos. Ellos solos irán haciendo que la relación tienda más al amor y a darse cuenta la importancia de preocuparse por los demás, de tener empatía y respeto, con unos principios básicos que todos los humanos entendemos, que buscando la parte del enfrentamiento y la rivalidad ante unas figuras estables que ven no pueden derrocar; siempre tienen que tener claro que si buscan el conflicto o la rebeldía van a encontrar una figura fuerte que les derrote y les devuelva a su sitio. Es sano que ellos según maduran vayan midiéndose y enfrentándose a la autoridad de forma respetuosa, al igual que es bueno ir dándoles cancha cada vez que vamos viendo se lo van ganando, pero sin perder nunca la figura de autoridad que sabemos necesitan tener por encima de ellos. Según va creciendo, la figura de poder se va disipando y no tenemos que usarla casi nunca, con el amor y el respeto que hemos creado, suele ser suficiente para toda la vida.
Debemos de tener en cuenta, que en la adolescencia, tienen poca autoestima y no se quieren lo suficiente para cuidarse y hacer lo mejor para ellos. Se miden por la fuerza, y es al más fuerte al que más se le respeta y obedece dentro del grupo de amigos, la violencia es una realidad con la que viven, sobre todo los varones, y no pueden ver debilidad en su hogar, porque perdemos el papel de padres que están por encima de ellos y nos convertimos en unos pringados que solo saben hablar y no hacen nada, a los que es facilísimo sacarles todo lo que quieren.
Ante esa situación de pérdida de papeles, los padres se sienten culpables porque creen lo han hecho todo mal y han fallado, y como consecuencia tienen que soportar los chantajes y la violencia de su hijo, sin darse cuenta que la agresividad del menor es una forma de pedirnos límites, de querer que seamos más fuertes para poder pararle y controlarse, porque él no sabe como manejar sus frustraciones ni su miedo ante el mundo de adultos para el que no se ve preparado. Es fundamental tener claro que para que la situación cambie, tenemos que cambiar nosotros y solo así podremos cambiar nuestra forma de relacionarnos con nuestro hijo. Antes de tirar la toalla, recuerda quien es el adulto, quien tiene que controlar su orgullo y quien tiene capacidad de razonar y hablar, de aceptar lo que hizo mal y de explicar lo que el otro hace, en definitiva, darnos cuenta que los padres somos los que tenemos que intentar siempre acabar con las situaciones tensas o los conflictos acercándonos a ellos y hablándolo cuando se trata solo de un distanciamiento en la adolescencia. Al joven le cuesta mucho sacrificar su ego, tan solo porque lo tienen muy débil y temen romperse.
Cuidado no creemos un muro para distanciarnos, para evitar la comunicación que creemos ya perdida y sólo recemos para que se vaya cuanto antes de nuestro hogar, porque con esa actitud estamos creando a los Peter Pan de 40 años y de 50 que siguen en casa sin oficio ni beneficio, viviendo de los padres y cada vez sintiéndose más dueños de la casa y del dinero que en ella entra, usando la violencia.