El Ello el Yo y el Super Yo

Las tres estructuras de nuestra forma de ser

El Ello, el yo y el Super Yo

Autor: Manuel López Espino

Si tuviéramos que pensar en un psicólogo famoso, la mayoría pensaría en Sigmund Freud, un neurólogo austríaco, que nunca fue psicólogo. pero gracias a su interés por la psique humana y a que la hipnosis nunca se le dio bien, nos dejó uno de los mejores legados que ha dejado nadie a la psicología y a la sociedad en general, el psicoanálisis, donde cosas que hoy vemos normales como el inconsciente, antes de él, no se consideraban, donde la infancia es una etapa fundamental para el desarrollo y el aprendizaje de cualquier ser humano y para crear nuestra personalidad, donde a la hora de dormir aparece un subconsciente que no es el mismo que nuestro consciente a la hora de estar despiertos, y donde hay un Ello, un Yo y un Super Yo, que nos explica su teoría fundamental y la base de por qué actuamos como lo hacemos en muchas ocasiones.

Tan solo quiero explicar de forma clara y sencilla esos conceptos que tantas veces hemos escuchado y que en ocasiones nos confundimos o no sabemos realmente lo que significan. Luego pueden seguir criticándole por ser un cocainómano, pero entendiendo que tenía un cáncer de mandíbula y que a principios del siglo XX, la cocaina se utilizaba como analgésico de forma natural, y según parece. ese cáncer es muy doloroso. Podemos también criticarle por la obsesión que tenía con el sexo, pero no debemos olvidar que hasta 1834, no se abolió la inquisición del todo, que Darwin, tuvo problemas para publicar su libro: “El origen de las especies” (1859), por el rechazo social y la negación de la religión a aceptar sus teorías.

A finales del siglo XIX, estábamos en una sociedad muy puritana y era difícil defender que los niños, tienen deseos sexuales y placer al tocarse los órganos sexuales. Por lo que el gran escándalo que provocó, es lo que nos sigue llegando a nuestros días, donde lo podemos asumir como algo natural y normal, gracias a personas como Freud, que se tuvieron que enfrentar a las ideas instauradas desde hacía siglos.

En su libro: ”El yo y el Ello” de 1923, introduce un nuevo pensamiento a su definición anterior de la psique humana, basada en : Consciente, Preconsciente e Inconsciente y los sustituye por : El Ello, el Yo y el Super yo” lo que se conocerá como la segunda tópica freudiana. Donde las pulsiones del ser humano, o como se traduce en ocasiones, instinto, impulso, excitación, de la parte corporal, tiene que ser calmado o satisfecho a través de un objeto externo o de una persona, y lo que media en ese proceso no es ni más ni menos que nuestro “yo”, nuestro pensamiento consciente. Dicho con otras palabras, cuando deseamos algo, queremos algo, nos crea una inquietud física que es fácilmente percibida por nuestros sentidos, por nuestra consciencia, pero tenemos dentro de nuestro psiquismo, o mente, o pensamiento, (o como queramos llamarlo para que nos quede más claro), dos partes muy fáciles de identificar, que normalmente no están de acuerdo en cómo abordar esa satisfacción, una es el “Ello”, la parte más instintiva y animal, el niño pequeño, el deseo de satisfacer mi instinto a cualquier precio, lo que Walt Disney dibujó en sus dibujos, tras interesarse por el psicoanálisis, como el diablo, el que quiere satisfacerse sin importarle nada ni nadie, ni siquiera el dueño de ese psiquismo. Piensen en ese deseo infantil de: quiero comerme ese bollo, aunque sé que me va a sentar mal, o quiero seguir disfrutando de la fiesta, aunque mañana esté hecho polvo, o me voy a comprar ese coche o esa casa, aunque no tengo un trabajo estable o no me lo voy a poder permitir. El “ello” es lo más básico del ser humano, es como si sólo pensara en reproducirse y en sobrevivir y en el placer, de ahí, que casi todos nuestros impulsos son de comida y de sexo, y no le importa usar la agresividad para saciarlos, o saltarse cualquier norma civil o incluso penal.

El “Yo”, conocido también en latín como “ego”, sería el que media para intentar satisfacer a ese “niño”, pero sin meterse en problemas, sin que las consecuencias sean negativas para el todo, para el individuo dueño de estas tres instancias. El “Yo” es la parte consciente, la que se relaciona con los otros individuos, con los otros “yoes”, la que conoce las normas sociales e intenta satisfacer al “Ello” usando lo que la sociedad permite, como es el lenguaje, la manipulación, el chantaje, y todo lo que se nos ocurra que podemos utilizar para conseguir lo que queremos sin meternos en problemas. Sería la persona que nosotros vemos y conocemos, el dibujo animado que tiene al angelito y al diablo en cada hombro, sería lo que algunos consideran la personalidad del individuo. Por ejemplo: el “Ello”, quiere reproducirse, quiere sexo, quiere saciar un deseo, tiene ese impulso que se refleja en el organismo como una inquietud, una sensación incómoda que hay que satisfacer para sentirse bien. El “Yo”, (por ejemplo de un varón), va a darse cuenta de lo que esa sociedad, ese mundo donde se está moviendo, le pide para poder saciar su deseo, y va a vestirse como considera tiene más posibilidades para alcanzarlo, usará colonia, marcas de ropa, el peinado que más se adecue a sus circunstancias, se dejará barba, si eso suma, incluso otros objetos que le faciliten el acceder al objeto de su deseo, (en este caso una mujer), como puede ser, un coche en particular con un color en especial que el “yo” considere es el más apropiado para su objetivo, el reloj, la corbata, y todos los adornos que considere le pueden facilitar su objeto de deseo. En ocasiones se ven sujetos que toda su vida la enfocan a conseguir ese deseo primario del sexo y todo lo que hacen en su vida, es para ello. Se puede ver con mucha facilidad en personas que quieren ser famosas y tener objetos para conseguir tan solo el saciar al “Ello”. Tenemos que tener en cuenta, que un “Ello” sin control por parte del “Yo”, consigue las cosas saltándose todas las normas, es el que viola para conseguir el sexo, el que roba, para conseguir el objeto que quiere o incluso mata por ello.

Por último, y por ello no menos importante, nos queda “el “Super Yo”, que serían las normas sociales, nuestra moral, nuestros principios, lo que nos han enseñado desde pequeños nuestros padres, profesores, religión, sociedad en general, nuestra cultura. El angelito de Walt Disney, el que controla al “niño”, el que no deja que se salte las leyes ni use la agresividad, para conseguir lo que quiere. Podríamos decir que es la figura del adulto, la persona que no se mueve por deseos básicos, que tiene una estabilidad emocional y sabe lo que quiere. El que disfruta y sabe saciar sus deseos de una forma racional y controlada. El responsable, el que se sacia de cosas que no son primarias, que hay que desarrollarlas a nivel intelectual para crear esa satisfacción en nosotros. Hablamos por ejemplo de la lectura, de las artes en general, el deporte, incluso el que disfruta de una comida o de una bebida, por sus cualidades. Uno no es capaz de disfrutar una ópera, si no ha sido formado para ello, uno no es capaz de admirar una obra de teatro, si no sabe nada de ese género, o de un cuadro, un libro, o cualquier otra cosa que pensemos no sea primaría. Incluso podríamos decir, que dentro de lo que es una relación de pareja, podemos actuar más con el “ello”, donde estaría con mi pareja por su cuerpo, sus favores sexuales, y lo que me dé material para satisfacerme, o podré estar para saciar más a mi “Super Yo”, tener aspiraciones de futuro que sean comunes, por lo que me aporte a nivel intelectual, con conversaciones que me llenen, por lo que me enseñe, teniendo actividades de entretenimiento con las que disfrutemos, etc.

Creo que todos nosotros podemos identificar estas tres instancias dentro de nosotros, y saber que cuanto más frustremos desde pequeños a ese “Ello”, más fácil será de mayor saber vivir con él, sin que seamos sus esclavos. No quiero decir que no podamos disfrutar y ser felices, al contrario, hablo de disfrutar llenando más al “yo” a través del “super yo”, y reducir las satisfacciones inmediatas y superficiales que tiene el “ello” cuando somos pequeños. El deseo, por desgracia, cuanto más le alimentes, más crece y llega un momento que se te escapa de las manos, y es él quien te domine a ti. Lo bonito de la vida es saber tener en paz esas tres estructuras nuestras que siempre nos van a acompañar.

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