La Compasión
Autor: Manuel López Espino
La compasión (del latín cumpassio, calco semántico o traducción del vocablo griego(sympathia), literalmente «sufrir juntos». Es un sentimiento humano que se manifiesta comprendiendo el sufrimiento de otro ser.
Conocida como karuna en el budismo, La compasión está íntimamente ligada a la práctica budista de la liberación. Es la raíz de Buda porque los Budas nacen de la compasión, La compasión es la esencia de la vida espiritual y la práctica principal de aquellos que dedican su vida al logro de la iluminación.
En ocasiones, deseamos que una persona se libere de su sufrimiento por motivos egoístas; esto ocurre a menudo en las relaciones basadas en el apego. Por ejemplo, si nuestro mejor amigo está enfermo o se siente deprimido, deseamos que se recupere lo antes posible para volver a disfrutar de su compañía, pero esto es un deseo egoísta, no es la verdadera compasión. Para sentir verdadera compasión debemos estimar a los demás.
Aunque tenemos de forma innata cierto grado de compasión, es limitado y parcial. Cuando nuestros familiares y amigos están sufriendo, sentimos lástima por ellos con facilidad, pero nos resulta más difícil sentir lo mismo por las personas que nos resultan desagradables o por los desconocidos, y la compasión debe ser hacia todos los seres, no sólo hacia aquellos que nosotros elegimos.
El sentimiento de compasión se ha asociado a un sentimiento pasivo de lástima o pena ante la desgracia que nos produce el dolor de otro y la solidaridad, como una actitud positiva de generosidad y cuidado de los demás; psicológicamente resulta incomprensible el uno sin el otro. La compasión que no es activa y no se refleja en el otro, no es compasión, podrá ser pena o lástima.
La autocompasión, el mirarnos hacia dentro con respecto a este sentimiento, se refiere a como nos comportamos con nosotros mismos cuando nos sentimos mal por algo que nos haya pasado por nuestra forma de actuar o pensar sin que haya terceros a los que culpar. Es bueno saber que tengo que ser compasivo con los otros pero sobre todo, con uno mismo, saber perdonarme y saber empezar algo nuevo tras cometer un error o un pecado.
La compasión forma parte de los humanos, pero la cólera y el odio también, creo que estas emociones podríamos considerarlas secundarias, es decir, si tengo lo que quiero, si estoy estable, si estoy bien, tengo emociones “buenas”, como la compasión, el afecto y la generosidad, pero si me falta algo, si deseo algo de otro o me han rechazado o quitado algo, salen las emociones negativas, las que me hacen sentir mal, las que responden a la frustración de algo ajeno a mi mismo. Recordemos la frase:¨no es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita”. Cuanto mejor me sienta conmigo mismo, más compasivo seré, y cuanto más compasivo sea, más me llenaré de ayudar a los demás y de desearles lo mejor, ayudando a quitarles mal estar y sufrimiento. Es un principio que está en la base de las grandes religiones y que cuando el ser humano se ha centrado en él, mejor hemos convivido. Esto implica unas leyes donde se respete al ciudadano, donde haya un sentimiento de igualdad, de protección a la propiedad, a la pareja, la familia, donde se vea justo el castigo por robar o matar. Ante unas leyes justas, y un estado que las haga cumplir, el ciudadano será mejor persona y tendrá más compasión, más intención de ayudar y de hacer que los demás se sientan bien a su alrededor.
Cuando no me siento protegido por el estado o considero que son injustas las leyes, tendemos a cerrarnos más en nosotros y a ser más egoístas, desaparece la compasión y veo a los otros como una amenaza. Esto demuestra que no depende solo de nosotros el cómo somos ni cómo actuamos.
Nuestro entorno nos marca más de lo que pensamos. Teniendo esta premisa en mente, la compasión es una de las cualidades más importantes en el ser humano puesto que está enfocada a como somos con los otros y cómo los percibimos. No es sólo un acto de generosidad, es una forma de llenarnos nosotros mismos, de sentirnos bien aliviando el sufrimiento del otro, sabiendo que el malestar es algo que nos perjudica a todos, no sólo al que lo padece, de esa forma el bienestar de los otros también lo percibimos como algo positivo en nosotros.
Una consecuencia clara de la falta de compasión en nuestros días es la soledad, pero no pensemos en una persona mayor arrinconada en una residencia, la soledad está afectando a la gente joven y en general a todas las edades. la gente entra en redes sociales para no estar sola, en plataformas donde quedar con gente, donde buscar pareja o amigos, porque ya se están perdiendo las habilidades sociales para abrirse hacia los demás, las de escuchar y hablar respetando lo que nos dicen, y sobre todo y más importante, es conocer a alguien con una actitud compasiva, sin querer nada de esa persona, con la actitud de ayudarle o darle compañía, de hacerle pasar un rato agradable tan solo con nuestra conversación, esta actitud hace que los demás se relajen y no estén en tensión pensando que queremos algo de ellos, pues por desgracia, casi siempre que alguien se acerca es por su egoísmo y no por su compasión.
Se ha demostrado que las relaciones íntimas, donde hay empatía, afecto y confianza, mejoran tanto el bienestar psicológico como el físico.
Somos animales sociales por naturaleza y en nuestras sociedades debemos tener claro que el ser independiente ya no existe, lo que comemos está en una tienda que llevan personas, que lo compran a otras personas que lo llevan hasta ahí, procedente de unas tierras donde se ha cultivado o criado donde trabajan otras personas, que manejan herramientas hechas por otras personas, igual ocurre si pensamos en la ropa o en donde vivimos, estamos en una sociedad donde dependemos de otros y nuestra felicidad o bienestar, depende de nuestras relaciones sociales, aunque en ocasiones supongan disputas y momentos difíciles. Debemos mantener una actitud de cordialidad y amistad por nuestro bien y el de ellos. No pretendamos buscar a alguien que nos dé una intimidad y conexión especial, que nos quiera y nos dé estabilidad y al mismo tiempo queramos ser independientes.
Aunque sea un concepto, en principio, religioso, que parece tener un enfoque de sacrificio por el prójimo, quiero que entendamos el concepto como algo bueno y satisfactorio en primer lugar para el que lo realiza, y en segundo lugar para el que lo recibe.
Pensemos como humanos, con el principio básico de buscar la felicidad y nos daremos cuenta que el ser compasivo nos acerca más a ello que nos separa.
Por desgracia, la psicología y las ciencias humanistas han cogido el concepto de la persona, como un ser egoísta y partimos de ello para entendernos y explicar nuestra civilización y formas de actuar. Ya desde los romanos, se decía:”El hombre es un lobo para el hombre” Plauto (250-184 a.c.) frase que popularizó en el s. XVIII Thomas Hobbes, quien tenía un concepto muy pesimista del ser humano, considerándolo como seres egoístas, violentos y competitivos, sin ningún atisbo de bondad; Thomas fue descubierto en cierta ocasión dando dinero a un mendigo, y al ser preguntado por ello, afirmó: “No lo hago para ayudarle, sino para aliviar mi propia angustia al ver su pobreza”. S. Freud dijo:”La civilización está permanentemente amenazada por la desintegración, debido a la hostilidad primaria del hombre”. El filósofo español Santayana, dijo que los impulsos generosos y de preocupación por los demás, son generalmente débiles, fugaces e inestables y si se escarba un poco por debajo de la superficie se encontrará un hombre feroz, obstinado y profundamente egoísta. Podría seguir poniendo ejemplos de grandes pensadores que han considerado al hombre, como el peor de los animales por sus sentimientos egoístas, pero también encontramos otros muchos que opinan y argumentan lo contrario, Hume, habla de las virtudes y bondades del ser humano, de una moral innata que nada tiene que ver con las religiones. Rousseau, considera que el hombre es bueno y nace bueno, y es la sociedad y el estado quienes lo corrompen, pensamiento divergente con el de Marx, que opina que el ser humano consigue, gracias a sentirse integrado en la sociedad, mejorar su autoestima y proyectar una imagen positiva de sí mismo y la forma fundamental de conseguirlo es a través del trabajo.
Parece claro que los seres humanos tenemos las dos semillas, las del bien y las del mal, y para desarrollar la compasión, debemos combinar una sociedad justa, con unas leyes que nos hagan sentir seguros, con opciones de desarrollar nuestros deseos y ganas de conseguir objetivos a través de un trabajo justo, junto con una educación que desarrolle mi potencial intelectual y mi moral.