El afecto como antídoto al suicidio


El afecto como antídoto al suicidio.

Artículo de: Manuel López Espino

El afecto es una expresión de cariño, de amor, de amistad entre dos o más personas, donde demostramos una vinculación, sin racionalización ni lógica, directamente una emoción que se ha visto fundamental para nuestro desarrollo y nuestra supervivencia. La palabra afecto proviene del latín “affectus” y se refiere al estado emocional agradable hacia algo o alguien.
La relación entre dos personas o en un grupo, es un acto mucho más importante para los humanos que algo meramente social. Debemos tener en cuenta que para nuestra especie, las necesidades fundamentales no son solo el alimento, el dormir, etc. Como podemos recordar en la pirámide de Maslow, tenemos unas necesidades fisiológicas que son básicas para sobrevivir, respirar, alimentos, descanso,…Luego tendríamos unas necesidades de seguridad, donde entrarían las necesidades de familia, recursos, empleo, que son fundamentales para crecer… Por encima necesitaríamos las necesidades de afiliación, donde entra la amistad, el afecto, que nos ayudan a desarrollarnos como personas y luego, como algo más elevado en la evolución, necesitaríamos el reconocimiento social que nos hace sentirnos bien en nuestra sociedad y por último la autorrealización, que sería la cima del desarrollo como ser humano.
Está claro que necesitamos el calor humano, el roce con una piel suave que me transmita sus latidos para tener una evolución sana a lo largo de nuestro crecimiento. En las unidades de neonatos, en las incubadoras se ha visto como al introducir juntos a dos hermanos, mejoran significativamente cuando uno está malo. Más adelante, cuando empezamos a tener consciencia de nuestra propia identidad, necesitamos ser miembros de un grupo, en el que nos sintamos unidos por afectos, donde sentirnos seguros para poder adquirir nuestra identidad, algo que necesitaremos para poder enfrentarnos con éxito al resto de demandas de esta sociedad.
Lo que si parece claro, tanto al estudiarlo en una guardería, como en una residencia o en los puestos de trabajo, es que a cualquier edad el ser humano necesita expresiones de cariño, de amor, y por supuesto, de afecto, para sentirse bien. Esto no implica una intimidad importante con la persona o con el grupo, pero sí relaciones donde uno no se vea marginado, aislado o solo, situaciones que le llevaran a enfermar o física o psicológicamente, o bien a la muerte prematura.
Conocí un paciente, que me contaba, que tan solo estando dos semanas aislado, viendo a gente puntual, sin afectos personales, empezaba a tener alucinaciones y a confundir sus pensamientos con la realidad. Cuanto más inteligente sea una persona, más peligroso suele ser este proceso del aislamiento, porque más elementos de juicio y de confusión tiene. La persona sencilla, con cualquier cosa se distrae, o tan sólo con la televisión se puede distraer durante meses sin plantearse nada. Voy a centrarme en este caso. Nuestro protagonista tras terminar sus estudios universitarios se trasladó a una gran ciudad, dejando atrás a su familia y sus amigos. Tenía un trabajo que le gustaba, en el que era muy bueno, teniendo el reconocimiento social de sus compañeros y de la gente que le conocía, tenía éxito en sus relaciones, era una persona afable, abierta y con don de gente, con muchos conocidos y ligues esporádicos, sin centrarse en ninguna relación estable, se veía como un vividor feliz, disfrutando de todo lo que la vida le ponía en su camino. Su mundo se tambaleó de repente, al ver que ya no le llenaban esos lazos afectivos, al ver que sus relaciones eran superficiales y que su trabajo entraba en una dinámica de rutina. Quiso cambiar, empezar una relación seria, salir menos con sus amistades, centrarse más en su trabajo y formarse en otras áreas para poder hacer nuevas cosas, pero su pareja le defraudó, ella le amaba más, pero estaba más pendiente de cosas superficiales que de luchar por estar juntos y él no supo ayudarla y se distanció de ella, la sociedad se encargó de romper lo que quedaba de su relación, muchos por celos, otros por envidias y otros por solicitar más el tiempo de cada uno de ellos. Viendo que se caía su nuevo mundo intentó volver al otro y se quedó entre dos aguas, no quiso volver a esa vida superficial, pero ya había perdido su relación, no quería volver con sus amigos, ni tenía el apoyo de su infancia que perdió al irse a la gran ciudad. Optó por el aislamiento, por su crecimiento personal, buscando en lecturas filosóficas, religiosas, budistas, o de cualquier índole que pudieran dar una explicación a esta vida. Entró en contacto con el mundo exotérico, tonteó con la güija, echadores de cartas, donde conoció mucho timador pero también reconoce que algunos de ellos si tenían una capacidad extrasensorial que le aportó algo. Meditó y probó sustancias psicotrópicas para entrar más en contacto con su inconsciente y es ahí, cuando entró en un cuadro confusional que no sabía ni quien era, en un vacío existencial donde el suicidio era la única puerta que veía para liberarse de esta vida, donde tanto se equivocó al buscar la felicidad. En esos momentos fue cuando le conocí, y es él, el motivo de escribir este artículo; Me ha pedido que lo escriba para que las personas que puedan identificarse con él, busquen ayuda antes de hacerse daño. Él está con un gran psiquiatra que le lleva la medicación hasta que se considere estable y con una vida que le merezca la pena vivir. Tiene claro que lo que más valora son las relaciones afectivas, el sentirse una buena persona, el saber perdonar deudas atrasadas, tanto a otros como a él mismo y poder desear felicidad a quien se fue de su vida. Ha aprendido a hacer los duelos de forma sana, y a ver la vida como una oportunidad de crecer y de relacionarse con gente. Son los otros quienes te hacen sentir bien, sin buscar nada y sin pretender garantizarte el futuro por miedo. Se dio cuenta que el miedo te hace actuar de forma egoísta y pensando solo en tí, sin disfrutar de lo que haces y sin entrar en ninguna relación, por si te hacen daño, viviendo de puntillas sin implicarte y sin disfrutarlo. Lo bonito de la vida es el camino y la lucha por nuestros objetivos, cuando los alcanzas tienes que tener claro que debes ponerte otros, ya que esa felicidad de haberlos alcanzado se disipa como una azucarillo en agua. Las últimas palabras que me dijo fueron: “Esta vida hay que vivirla escuchando a las personas que tenemos cerca, escuchando lo que dicen y lo que necesitan realmente, la mayoría, no lo sabe, pero creen necesitar cosas materiales para ser felices, y no se dan cuenta que están equivocados, yo pensaba lo mismo, y aprendí que solo necesitamos tiempo para disfrutar de personas a quien dar afecto y de quien recibirlo.”

El aislamiento no deja que nuestro cerebro pueda buscar comparativas con otras personas ni opiniones que lo reconduzcan a la realidad objetiva, por lo que la persona compleja tenderá a perderse entre sus pensamientos, que curiosamente ante la falta de afecto suelen ser negativos y dolorosos, con alternativas suicidas en muchas ocasiones. Estamos teniendo indices de suicidios tan elevados, que hasta en sede de ministros se han empezado a exponer soluciones.
En casi todos los países industrializados, donde tienen en común que la población se mueve por trabajo, separándose de sus apoyos afectivos; Donde las grandes ciudades son cada día más impersonales (ni siquiera se saluda al vecino, ni se conoce al camarero del café de todas las mañanas o a la cajera que te cobra en el supermercado), de hecho, desaparecen los establecimientos donde se hablaba con el tendero y se acaba pagando a una máquina. Todo el mundo va con prisas y el estrés es considerado normal, siendo lo único que tienen en común, sin darnos cuenta que el estrés nos dispara las hormonas de la agresividad y la tensión muscular, nos bloquea el raciocinio y nos hace ser mas agresivos y menos empáticos, a la vez que debilita nuestro sistema inmunológico para estar más expuestos a cualquier tipo de enfermedad.
El aislamiento social se está convirtiendo en plaga, desaparecen los lazos afectivos y los únicos objetivos que se plantean son el éxito laboral y tener una nómina más abultada que tus compañeros, esa es la única motivación que te hace levantarte para luchar por una meta exclusivamente material y superficial, cosas ajenas a ese “animalito” interno, que todos tenemos, que solo busca un poco de cariño y afecto para sentirse bien. Estamos alejándonos cada día más de nuestras emociones, siendo cada vez más racionales y calculadores sin importarnos nuestros congéneres, sin darnos cuenta que con esa actitud estamos matando una parte nuestra, la parte que nos hace personas, la parte donde está el afecto, la compasión y el amor. Cuidado, porque cuando se caiga esa vida material, el vacío que queda, nos puede destruir y lo único que nos podrá salvar serán esos lazos afectivos.

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