Personas que no saben amar

 

Personas que no saben amar

Por: Manuel López Espino

El roce hace el amor

 

Aprender a amar es aprender a escuchar, a respetar, a ceder y a anteponer al otro a nuestros deseos y prioridades.

Escuchamos constantemente en cualquier medio que existe violencia de género, violencia machista, violencia doméstica… y todos aquellos eufemismos que quieran ponerle a la violencia de un ser humano hacia otro, “que se supone que quiere” y con el que tiene un vínculo afectivo. Seguramente es cierto que le ama, lo único que su capacidad de amar está mermada o no ha llegado a desarrollarla y por ello se rompe con tanta facilidad saliendo la agresión, pudiendo llegar incluso al asesinato, a la eliminación total de ese ser que ha roto su estabilidad afectiva y ha desbocado en otro estado emocional contrario al amor.

Recordemos que la palabra “afecto” viene del latín (participio del verbo “afficere”) y significa “afectar”. El afecto es un estado que influye en el organismo y en la mente del individuo, puede ser agradable o desagradable, haciendo que el individuo actúe de forma activa o pasiva intentando calmar o saciar la emoción que lo ha producido sin tener en cuenta al prójimo, en este estadio estaríamos moviéndonos en el plano puramente instintivo, hormonal, por lo tanto animal explicando de esta forma la agresividad que determinados individuos muestran hacia sus parejas, hijos, padres o cualquier ser al que “aman”, tan solo por no haber madurado y aprendido a controlar sus impulsos afectivos y su capacidad de frustración que son fundamentales para llegar a ser maduros. Una característica de la maduración es saber renunciar a mis deseos, controlarlos, y tener en cuenta al prójimo, a la sociedad, llenando esos impulsos emocionales con la satisfacción y el bienestar del otro; cuando llegamos a esa capacidad es cuando somos seres adultos con capacidad de amar, donde la agresividad se sustituye por el dialogo, y no conseguir lo que queremos en sufrimiento interno separándolo perfectamente de la agresividad y el daño hacia otros o hacia uno mismo. A partir de este punto intentaremos saciar nuestros deseos sin agresividad y sin el sufrimiento de otros seres.

Psicológicamente se ve como los rasgos de personalidad masoquistas, narcisistas y paranoides interfieren gravemente con la posibilidad de amar y ser amado en una relación recíproca.

Para poder enamorarnos, tenemos que saber establecer relaciones de confianza y amor, cuidándolas y manteniéndolas en el tiempo, esto implica disponer de ciertas capacidades psíquicas de madurez, que los profesionales de la salud mental estamos viendo cada vez más limitadas dentro de la población en general y de forma significativa entre los jóvenes de 16 a 35 años.

Es normal si nos planteamos que tipo de sociedad estamos creando; una civilización que cada día se siente más amenazada e insegura por el prójimo, con una gran desconfiada entre la gente en general, viéndose normal que nos engañen con los anuncios, que mientan nuestros líderes políticos, que nos cobren de más las compañías suministradoras y donde la palabra y el apretón de manos se ha sustituido por un contrato legal con un abogado que vele por mis intereses. Donde se premia al que asciende sin importarnos como lo haga, donde a las personas se nos mide más por lo que tenemos que por la capacidad de razonar o nuestro saber y donde los valores y principios se han quedado como algo del pasado y ya no merecen la pena ser transmitidos. Una sociedad superficial y materialista es una sociedad enferma donde los afectos de la categoría del amor no se pueden llegar a desarrollar por falta de capacidad y madurez de los seres que la estamos componiendo. Para que una persona pueda tener una relación tiene que tener capacidad para idealizar al otro, necesitarlo, confiar, pedir perdón, saber agradecer y perdonar, buscar ideales en común, son capacidades, que por ausencia o limitación, pueden impedir a una persona vivir una relación de amor madura y quedarnos en una relación para saciar los afectos individuales desde un plano egoísta e infantil, por lo que cuando esas expectativas no se cumplen, los impulsos pueden llevarnos a la agresión propia o hacia cualquier otro ser que sacie el mal estar interno. Exactamente igual que lo vemos en los niños pequeños cuando no aguantan el sufrimiento que conlleva no conseguir lo que quieren.

Es en la época infantil donde podemos evitar la violencia, tanto hacia la pareja, hacia los hijos, a los padres o a los animales. Evitar la violencia en general, cambiar el ser egoísta sin capacidad de frustración, por una persona madura, capaz de luchar y de conocer sus recursos para enfrentarse a las emociones y poder saciarlas de forma sana, disfrutando realmente de las cosas que nos llenan y valoramos, pudiendo confiar gracias a los recursos que hemos aprendido desde pequeños, diferenciando claramente la gente que se mueve para saciar sus instintos con lo material y la agresión,(para no ser víctimas de su violencia), del ser humano que sabe saciarse con estímulos y emociones más evolucionadas y elaboradas.

Hay que tener claro que nunca podremos disfrutar de la opera si no nos han educado para ello, nunca disfrutaremos de la lectura si no hemos aprendido a razonar y pensar comprendiendo cada día libros más complejos que nos ayuden a tener un pensamiento más rico y maduro, o saborear una copa de buen vino si nadie nos ha ayudado a diferenciarlo y a sacarle sus aromas. El ser humano solo puede llegar a madurar y evolucionar si nos ayudan nuestros progenitores, profesores y personas maduras que estén a su lado, teniendo muy claro que el proceso es duro y con sufrimiento, donde hay que aprender a renunciar, a no conseguir lo que queremos, a luchar y sacrificarnos por las cosas, a aceptar que hay gente que está por encima de nosotros y saber que esa gente me puede aportar, sin tenerles envidia, al contrario, teniéndoles admiración y deseando parecerme a ellos y solo así podremos superar a nuestros ídolos y conseguir casi todo lo que queramos sin violencia de ningún tipo y sintiéndonos orgullosos de quienes somos, de lo que hacemos y de lo que tenemos. Lo que genera un sentido de mayor valor personal y riqueza emocional.

Estamos ahora ante una problemática que es que muchos padres no han sabido realizar ese proceso de maduración en sus hijos y han convertido a un gran número de la juventud en personas inseguras, sin tener herramientas ni a nadie como referente para poder seguir. Una sociedad perdida, que unido a la crisis económica y de valores está sin saber qué hacer ni cómo desarrollarse a nivel personal, con un vacio emocional, intentando llenarse con drogas, alcohol y sexo, con la agresividad como moneda para conseguirlo. Por otro lado tenemos una juventud bien preparada, con gran formación académica, con buena cultura y habilidades sociales para saber luchar y conseguir sus objetivos que se ven competentes para sustituir a sus mayores haciéndolo bien.

Parece que cuando hablan de las grandes diferencias que se están produciendo en esta sociedad entre ricos y pobres, a lo mejor tiene algo que ver con lo que hemos expuesto en este artículo.

Es bueno tengamos en cuenta algunos trastornos afectivos clínicos en los que suelen derivar estas personas

Trastornos de la afectividad en el amor:

  • Anhedonia. Incapacidad para experimentar placer, pérdida de interés o satisfacción por las relaciones y casi todas las actividades.
  • Apatía. Estado afectivo de falta de emoción, motivación y entusiasmo. El individuo no experimenta ni placer ni desagrado, ni felicidad ni tristeza. Se asocia siempre con la abulia.
  • Abulia. Falta de reacciones voluntarias y de iniciativa.
  • Sentimiento de falta de sentimientos. Sensación de sufrimiento e insensibilidad durante la cual el individuo percibe que no tiene los sentimientos habituales hacia sus seres queridos, ni felicidad por la vida ni tampoco siente el mismo dolor. Todo ello le provoca un profundo sentimiento de angustia.
  • Estupor emocional (parálisis de los sentimientos). Estado de vacío afectivo e indiferencia total hacia todo lo que sucede alrededor del individuo, que no reacciona, permanece inmóvil y confuso.
  • Depresión. Disminución (más o menos marcada) del tono del humor y de algunas funciones cognitivas, sentimientos de tristeza, inhibición e ideas de culpabilidad.
  • Trastornos afectivos estacionales: Se refiere a un tipo de depresión que ocurre en cierta época del año, generalmente durante el otoño, primavera o el invierno.

Disforia. Estado afectivo caracterizado por inestabilidad y cambios repentinos entre un estado de ánimo triste y eufórico. El individuo presenta un estado de depresión asociada a respuestas agresivas e irritabilidad.

Labilidad emocional. Inestabilidad del estado de ánimo que alterna de forma inesperada sentimientos de felicidad y de tristeza como respuesta a estímulos externos, con fluctuaciones frecuentes en un mismo día (crisis de llanto, risas inapropiadas etc.). Puede ser una manifestación normal en la adolescencia o en casos de personalidad inmadura. A menudo se encuentra en patologías orgánicas (Esclerosis múltiple, Demencia, Síndrome Pseudo-bulbar relacionada con espasticidad muscular, disartria, disfagia y labilidad afectiva).

Ambivalencia afectiva. Presencia simulánea de dos sentimientos opuestos hacia un objeto o una situación. En el individuo sano los sentimientos llegarán a integrarse entre sí. En la neurosis, el individuo por la presencia del sentido de culpa, eliminará uno de los dos sentimientos.

En la psicosis (especialmente el esquizofrénico) intentará experimentar el extremo de ambos sentimientos sin que influyan entre sí.

En caso de patología límite, por el mecanismo de escisión, el individuo experimentará de manera alternada y en momentos diferentes los dos sentimientos hacia una persona o aspecto de la realidad.

Fatuidad. Conducta expresiva vacía, sin consistencia, bizarra, incongruente con la situación. El individuo (típicamente esquizofrénico) no responde al contexto con una afectividad congruente, coherente y normal o en contrast3 con los contenidos de su pensamiento.

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